Este 2020 se ha ganado, a pulso, la etiqueta de año negro. Bien negro. Primero, por la pandemia global que azota al mundo sembrando ya cerca de millón y medio de muertes y un irreparable daño socioeconómico. Pero también por la muerte de dos iconos irrepetibles del deporte: Kobe Bryant y Diego Armando Maradona.
Evidentemente, en el contexto digital en el que vivimos, esos trágicos sucesos tuvieron una repercusión brutal en redes sociales, a las que aficionados y celebridades acudieron, en masa, para mostrar su aflicción y mandar su más sentido pésame. Algo que se tradujo en una actividad de récord, tanto tras la muerte del Pelusa, como la de Black Mamba.
Esos millones y millones de mensajes y publicaciones proponen, además, un mosaico muy interesante sobre cómo se honra, se vela y se respeta la muerte de un personaje público en el terreno de la conversación digital.
La imagen de Diego Armando Maradona en el videomarcador del estadio de San Paolo, Nápoles. (Twitter SSC Napoli)
Algo que llama mucho la atención es que, en el mundo de la inmediatez al que nos empujan las redes sociales, parece casi obligado correr para dar el pésame; para mostrar nuestro dolor. Si no lo demuestras públicamente, tu dolor no cuenta. Y no hacerlo con suficiente prontitud puede ser motivo de crítica, de recelo, por parte de la comunidad. Tanto es así, que no es inhabitual ver noticias en medios recordando que tal entidad o deportista “todavía no se ha manifestado” por el deceso de una figura.
Sin ir más lejos, el silencio durante cinco días de los Lakers tras la muerte de su jugador insignia (que la franquicia californiana justificó por respeto a la familia) dio pie a todo tipo de conjeturas, igual que los aficionados tampoco parecían entender las 48 horas que Lebron James, su heredero, necesitó antes de mostrar su dolor en Instagram.
Los selfies de la ignominia
La bajeza humana, lamentablemente, también aflora en estos casos, con la complicidad, o el agravante, de las redes sociales. Estos días se viralizó la deleznable fotografía que se tomaron varios funcionarios de la funeraria Sepelios Pinier con el cuerpo sin vida de Maradona. Un hecho que les ha convertido, de paso, en objetivo de represalias tanto por la familia y abogados del Diego como por los aficionados argentinos.
Uno quiere ser bien pensado, y dar a estos, llamémosles, descuidados personajes, el beneficio de la duda… Quizá no entendían la repercusión de lo que estaban haciendo… Quizá no se pusieron en el lugar de los familiares y seres queridos del difunto… Quizá no supieron interpretar la aberrante falta de respeto que suponía hacerse y publicar una foto con el cuerpo sin vida de una persona… Pero es ponerse a pensar en lo que son capaces algunos por el postureo y por un puñado de likes, y el naifismo se te deshilacha en las manos.
Hoy, solo elogios. Gracias.
También se produce en casos como el de Maradona o Kobe Bryant otro fenómeno muy propio de la raza humana, que a la vez se multiplica y se deforma en el lienzo de las redes: aquel que nos hace olvidar todo lo malo de la persona que nos dejó. A su muerte, parece que hay que perdonárselo todo, y a favor de eso actúan, como piquetes del duelo y la divinización, sus seguidores más acérrimos.
Es como si en la puerta de Twitter hubiera un rótulo que dijera: “Hoy, aquí solo se viene a decir cosas buenas”. Como en un funeral al uso, vamos…
Se puede discutir si existe momento bueno para recordar las no tan gloriosas actuaciones de ese ídolo, si hay un “tempo” más o menos aceptable para apuntar a aquellas cosas que mancharon su historial y que para nada son compatibles con la grandeza que se les otorga. Pero ha quedado claro que levantar el dedo para decir “a mi este señor/a no me parece digno/a de tanto reconocimiento por otros comportamientos execrables” es una práctica muy arriesgada, que te puede poner, de nuevo por causa del altavoz del social media, en el punto de mira de hooligans iracundos.
Eso lo está viviendo en sus carnes la futbolista gallega Paula Dapena, cuya reacción al minuto de silencio por la muerte del astro argentino ha dado la vuelta al mundo. Esta centrocampista del Viajes EntreRías FF, con unos sólidos ideales feministas, decidió sentarse de espaldas y no honrar ese minuto de silencio a un hombre que ella considera un gran deportista, pero un mal ser humano, por sus casos de maltrato a mujeres.
La jugadora Paula Dapena (Viajes EntreRías FF) decidió no honrar el minuto de silencio a Maradona (Twitter RC Deportivo)
Desde que se dio a conocer su gesto, el móvil de Paula echa humo, tanto con peticiones de entrevistas con medios de todo el mundo como con felicitaciones, pero también, en muchos casos, por insultos y amenazas de muerte.
Algo parecido le había sucedido a la cantante italiana Laura Pausini, que recibió un alud de críticas por quejarse en su cuenta de Twitter de la excesiva atención que acaparaba Maradona en el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Una violencia que, además de ser algo que debe preocuparnos a todos, también había ejercido el propio futbolista. Ante la escalada de insultos y amenazas, la solista faentina decidió borrar el tweet.
Incluso más flagrante fue el caso de Felicia Sonmez, reportera del Washington Post, que fue despedida por twittear, pocas horas después de la muerte de Kobe Bryant, el enlace a un artículo que recordaba el caso de acusación por violación de la que se había librado el legendario jugador de los Lakers unos años atrás.
Se crea la sensación de que las redes sociales, en momentos de vela de la gran figura caída, no toleraran otra cosa que no sean elogios y plañidos… ¿Hay un tiempo marcado a partir del cual se puede volver a criticar?
¿Dónde acaba la libertad de expresión y donde empieza el respeto al/la finado/a y a su familia? O, más difícil todavía: ¿Cómo se conjugan las muestras de respeto a esa persona con el respeto a aquellos que sufrieron por sus actos?
Como en tantos otros debates, en la vida y las redes, se hace difícil encontrar aquí una única respuesta correcta…